Hoy en día solo necesitas encender el televisor para ver una película o serie que hable sobre la inteligencia artificial (IA) dominando nuestras vidas, pero, ¿Qué tan alejada está esa posible realidad de la ficción?
La inteligencia artificial todavía tiene muchas limitaciones en las cuales se está trabajando. El término en sí mismo puede ser algo engañoso, porque implica una tecnología más avanzada de la que realmente tenemos.
En el mejor de los casos, varios métodos de aprendizaje automático pueden lograr una inteligencia artificial limitada (ANI), que es el primer nivel de inteligencia. Esto implica que los algoritmos que se ejecutan en sistemas de supercomputación , aunque cada vez más potentes, actualmente solo pueden realizar cosas como reconocer patrones, extraer temas en bloques de texto o derivar el significado de documentos completos a partir de unas pocas oraciones. Un progreso increíble sin duda.
Sin embargo, todavía estamos lejos de la inteligencia general artificial (AGI), que es un segundo nivel que puede abstraer conceptos de una experiencia limitada y transferir conocimientos entre diferentes campos. Y lo estamos aún mucho más del tercer nivel, que es una inteligencia completamente independiente y consciente.
La inteligencia artificial todavía tiene muchas limitaciones que debemos superar.
La ANI y sus dos desarrollos principales en los campos de la salud; el procesamiento del lenguaje natural y la visión por computadora, se están desarrollando a un ritmo alarmante. Este último, por ejemplo, es la clave para el diagnóstico al ser muy útil para profesionales basados en el reconocimiento y la clasificación de patrones.
Ya tenemos algoritmos de aprendizaje automático que pueden diagnosticar el ADN de tumores y mejorar la precisión del reconocimiento de mutaciones. Sistemas de aprendizaje profundo (Deep learning) que ayudan a analizar imágenes del corazón con mucha mayor precisión que nosotros. Y gracias a la IA también ya podemos diagnosticar el cáncer de piel con gran precisión.
Dos ejemplos de estos avances y su investigación:
La Universidad de Nottingham está trabajando en un sistema que escanea los datos médicos sobre la actividad del paciente y puede predecir cuáles de ellos tienen un alto riesgo de ataque cardíaco o accidente cerebrovascular.
En la Universidad de California han desarrollado un software que puede clasificar a los pacientes. Con su ayuda, los radiólogos humanos detectan automáticamente la densidad mamaria y posibles tumores.
Actualmente ya podemos analizar casos excelentes del uso de algoritmos inteligentes en salud, y habrá muchos más en el futuro. Sin embargo, en todos estos, hay un elemento común que deberemos evaluar en próximos años relacionados a la salud digital: "Los esfuerzos conjuntos" entre inteligencia artificial y los médicos humanos.
¿Serán siempre los mejores resultados gracias a la cooperación armoniosa entre la tecnología y las personas?
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